En ciudades pequeñas
deja de importar la velocidad
al nombrar la esquina,
el taxi, o la pizza.
La navaja opera igual de callada.
Si timbra el teléfono,
vibra,
bajo una sábana
cerrada,
y un vaso tibio de vino blanco
se derrama
en jugo de manzana.
Cede la puerta;
me acuesto callada.
Soy el primer astronauta—
busco qué decir.
From my book “Entre domingo y domingo” (“From Sunday to Sunday”)